capitulo tres – cuéntame otra vez
como hablábamos de la poesía y en paralelo
narrar es algo que hacemos desde orígenes que se pierden en el fondo de los tiempos primitivos
con el lenguaje que nos constituye
narrar se define en su versión sencilla como
Contar una historia o suceso, real o imaginario, oralmente, por escrito o de cualquier otra manera
desde la anécdota real y cotidiana
hasta el relato más ficticio y lejano de los mundos imaginarios
nuestra cultura
nuestras religiones
nuestra historia
nuestra comunidad está hecha de un tejido de historias contadas
historias originales, cambiadas, re inventadas, siempre casi la versión de otra anterior como en un hermoso y casi infinito juego de teléfono descompuesto
en un complejo y extenso proceso de miles de años fuimos convirtiendo el contar una aventura real, agregándole ingredientes, descripciones, ritmos y tonalidades
voces
mentiras y verdades
hasta convertirse en este gran artefacto que hoy llamamos literatura
un artificio hecho de palabras
pero por qué narramos
por qué contamos cosas en
cuentos
crónicas
cartas
relatos
recuerdos
anécdotas
novelas
fábulas
leyendas
películas
series
comics
sagas
y hasta en chistes
y por qué somos público ávido lector oyente televidente de las narrativas
tomado de por ahí vemos que:
“Gehlen (el antropólogo filosófico Arnold Gehlen) entendería que el ser humano es alguien incompleto en relación con otros animales (no cuenta con garras, colmillos, carece de pelaje, herramientas biológicas naturales) y es por ello que tiene que fabricar las suyas propias y adaptar su hábitat a sus propios intereses. Vive en la esfera de la cultura o como ser cultural que inventa necesariamente para dominar la naturaleza; propósito que ha consumado con éxito allá donde haya estado.
La cultura será aquel ámbito que le permite modificar su entorno, crear realidades alternativas a las dadas. El ser humano sería, pues, un «ser carencial», no apto para vivir en la misma naturaleza, por lo que habría de crear una segunda naturaleza para poder vivir y sobrevivir adecuadamente. Hablamos de «un mundo substitutivo elaborado y adaptado artificialmente que compense su deficiente equipamiento orgánico». El arte de relatar sería parte constituyente de esta segunda naturaleza creadora, fruto, además, de la constitución autoconsciente del animal humano. Esta naturaleza humana que nos hace estar «abiertos al mundo», por otro lado, haría del ser humano alguien sobrecargado de estímulos que sentiría la necesidad de «descargarse» de ellos. Es por ello, que los humanos sentiríamos la necesidad de hablar casi constantemente, frente a otros animales; de escribir, relatar, imaginar, comunicar, etc.
Hay, a su vez, quienes defienden la tesis de que el yo narrativo tiene un «origen evolutivo que se articula sobre dos columnas: el lenguaje, sin el que no existiría tal yo narrativo, cuya aparición rediseña profundamente el cerebro humano y, sobre todo, la apoyatura en lo simbólico y lo artístico, sin la cual no se habría desarrollado el lenguaje. Coincide con todas aquellas nuevas líneas paleontológicas que sitúan la emergencia del arte como uno de los principales vectores de la evolución que daría origen a los sapiens». Este enfoque entendería que ese relatar es parte de nuestra constitución humana, solo que producto de una evolución biológica que vendría a desembocar en el ser humano actual, tal y como lo conocemos, el homo sapiens u «hombre sabio» (las estimaciones varían, pero hay quien afirma que el homo sapiens surge hace 230.000 años en el Este de África). Además, el narrar sería un subproducto o epifenómeno de esa capacidad para –y necesidad de– comunicarnos unos con otros, como animales gregarios que somos; siempre necesitados de interactuar socialmente.
A día de hoy las nuevas tecnologías y, en particular, internet han modificado nuestro modo de contar historias. Desde la proliferación de los móviles ha partir del año dos mil, aproximadamente, cuando comenzó a emplearse el sms, las abreviaciones lingüísticas en el formato escrito, los emojis, etc, hasta la actualidad, instaurada ya hace unos años, en la que proliferan los gifs y memes, que operan también como poderosos vehículos comunicativos en nuestras vidas cotidianas.”
Los relatos. Las palabras. Dice la antropología -y lo
ratifica la neurobiología- que los hombres somos básicamente narradores. Nos
gusta escuchar historias. Las llevamos en los genes. Nuestros antepasados, por
ejemplo, eran analfabetos; no sabían leer ni escribir, pero sí sabían contar. Y
lo hacían tan bien que de ese arte nacieron los mitos y las leyendas. La bella
y astuta Scherezade, sin ir más lejos, salvó su cabeza contando historias en la
inabarcable "Las mil y una noches". Y, más cerca de nuestra tierra,
los sabios de las tribus indígenas transmitían sus tradiciones a través de
parábolas que narraban alrededor del fuego y al amparo de la luna en cuarto
menguante.
Parafraseando a Antonio Tabucchi, a estos primeros hombres no les
bastaba la realidad; por eso comenzó a existir la literatura.
según nos cuentan Marta Llorente y Ana Padovani:
Las historias, las anécdotas, las experiencias de los otros, nos enriquecen, nos permiten crear una dimensión metafórica de la vida cotidiana, nos conectan con nuestra infancia más pura, nos elevan y tienden puentes con los demás
según nos cuentan Marta Llorente y Ana Padovani:
"las historias funcionan como espejos. Algo del personaje de una historia, de un conflicto que narro, tiene que ver con esos hombres y mujeres que me escuchan. Todos nos parecemos mucho. Los cuentos se usaban para transmitir creencias. Los mitos transmitían valores y hoy las historias que uno cuenta también tienen una función educativa".
El fuego y la palabra, agrega Padovani, "están en las primeras experiencias del hombre. Siempre que hay oscuridad, fuego y un grupo de hombres reunidos, se cuentan historias. Las historias nos conectan con nuestras emociones".
dice Walter Benjamin:
“El narrador toma lo que cuenta de la experiencia —la suya o la de otros— y la hace experiencia de quienes la escuchan.”
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Laura Devetach ha escrito un hermoso libro que se llama La construcción del camino lector, de que compartimos algunos fragmentos:
La escritura y la lectura del trazo que nos enlaza a unos con otros, del vínculo que cada ser humano va entablando con otros seres y, también, de la multiplicación de estos vínculos que forman redes y tramas en la vida de las personas. Cada gesto que un individuo hace, puede ser leído, generar palabras que lo nombren, generar una escritura. Por eso interesa el lenguaje anterior, la escritura anterior, la lectura anterior a la palabra. Cuando llegamos a la hora de las nanas ya hay un pequeño mundo de trazos, de vínculos posibles de ser leídos, escritos a través de lo sensible. Trazos que después se van entramando en redes. Julio Cortázar en Rayuela nos ilumina al respecto:
Pienso en los gestos olvidados, en los múltiples ademanes y palabras de los abuelos, poco a poco perdidos, no heredados, caídos uno tras otro del árbol del tiempo. Esta noche encontré una vela sobre la mesa, y por jugar la encendí y anduve con ella en el corredor. El aire del movimiento iba a apagarla, entonces vi levantarse sola mi mano izquierda, ahuecarse, proteger la llama con una pantalla viva que alojaba el aire. Mientras el fuego se enderezaba otra vez alerta, pensé que ese gesto había sido el de todos nosotros (…) durante miles de años. (…) Pienso en esos objetos, esas cajas, esos utensilios que aparecen a veces en graneros, cocinas o escondrijos, y cuyo uso ya nadie es capaz de explicar. Vanidad de creer que comprendemos las obras del tiempo: él entierra sus muertos y guarda las llaves. Solo en sueños, en la poesía, en el juego –encender una vela, andar con ella por el corredor- nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos.
Quizás el recuerdo de esos textos y esos juegos nos llenen de ambivalencias, de amedrentadas sonrisas, porque después de todo, es el pasado, es la primera edad que uno tuvo. Eso existe con fuerza y valor fundante. Darle valor a las cosas pequeñas que nos formaron, a lo que creemos que no vale. Dejar filtrar en la escritura lo elemental, trabajar esa materia toda. Con ella, urdir las tramas, basar allí las tramas de los vínculos sociales
…
¿Tenemos conciencia de los textos
que llevamos adentro?
Cada uno de nosotros fue construyendo una textoteca interna armada con palabras, canciones, historias, dichos, poemas, piezas del imaginario individual, familiar y colectivo. Textotecas internas que se movilizan y afloran cuando se relacionan entre sí. A la manera de las retahílas infantiles podemos decir que en cada persona hay muchos textos, que la unión de los textos de muchas personas arman los textos de una familia, de una región, de un país. Las formas literarias no son arbitrarias, no nacen sólo por una voluntad estética de las personas que escriben, de los pueblos que escriben, nacen porque suelen ser una manera de construcción que circula y moviliza. ¿Qué relación hay entre el reconocimiento de los textos internos y la literatura?
como ya mencionamos en la poesía, las narraciones también, tomando este concepto de los formalistas rusos tienen la función de extrañarnos de nuestra realidad de la costumbre:
El propósito del arte es dar una sensación del objeto como visión y no como reconocimiento.”
Es decir, el arte —y especialmente el relato— debe extrañar lo familiar, hacer que lo cotidiano vuelva a sentirse extraño, nuevo. Eso es lo que Shklovsky llama остранение (ostranenie), o “extrañamiento”.
piensan la narración como una construcción técnica, casi como un mecanismo, que busca romper con la automatización de la percepción y generar una mirada nueva sobre el mundo.
y esos conceptos podrían servirnos para relajarnos de la autoexigencia de realismo y de detalle que a veces nos traba
Gianni Rodari en su Gramática de la fantasía se enfrenta a la pregunta:
“No es necesario decir que siempre hay un niño que pregunta: «¿Cómo se inventa una historia?», y su pregunta merece una respuesta honesta.”
“En la narración, en suma, el lenguaje asume de lleno su función simbólica, rechazando el soporte material del juego. ¿Podría tratarse de una relación con la realidad menos rica que el propio juego? Debemos pensar que el juego en sí mismo es básicamente formativo, en cuanto a su ambigüedad fundamental de juego-trabajo, mientras que la narración, como fantasía verbal, ¿sería una forma de evasión? Yo creo que no. La narración, por el contrario, se me aparece como una fase más avanzada del dominio sobre la realidad, una relación más libre con lo material. Es un momento de reflexión que va más allá del juego. Es ya una forma de racionalización de la experiencia: un camino hacia la abstracción.”
y también
“La función creadora de la imaginación corresponde al hombre común, al científico, al técnico; es tan esencial a los descubrimientos científicos como al nacimiento de la obra de arte; pero, además, resulta necesaria para nuestra vida cotidiana...”
Les recomiendo recorrer ese libro de Rodari, que si bien está pensado para escribir con niños contagia muchos disparadores de escritura:
Un texto narrativo –ya sea escrito o hablado- es como un organismo vivo:
tiene su respiración y su pulso, en sus pausas, sus colores
tiene voces dentro de una voz, vibraciones rítmicas de las palabras con las que se evocan instantes, hechos, pensamientos, sentimientos, señales de los sentidos y la percpepción
tiene su personalidad, su forma de ser
porque una historia se puede contar de mil maneras
el cómo contar, qué contar y a quién contarlo hacen a el atractivo y misterioso azar de la literatura como hacer humano y de comunicación
al contar una historia podemos por lo menos traicionar al tiempo –que en nuestro vivir nos domina y arrastra de manera tan indetenible-
podemos ir hacia atrás, detener el tiempo, viajar al futuro e incluso entrar en ese tiempo mítico –el tiempo afuera del tiempo de algunos relatos fantásticos
podemos ser otros, jugar a ser pequeños dioses omniscientes decidiendo destinos de nuestros personajes
podemos asombrarnos y llegar a sentir que la historia “cobra vida propia” –una sensación que cuentan tener muchos escritores
luego veremos mecanismos como el cuento, la novela, la dramaturgia y otras hoy simplemente hacemos una primera mirada a este mundo de mundos y universo de universos desde lo más mínimo de una vida cualquiera hasta la gran fábula que nunca terminaremos de contar
y colorin colorado…
para terminar divertirnos –y espantarnos a la vez- con esta reflexión de Hernán Casciari sobre la influencia de los teléfonos celulares en las historias de contar:
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